sábado, 10 de marzo de 2012

Ochos siglos de Las Navas de Tolosa

 
 
800 aniversario de la batalla decisiva

Durante este año de 2012 va a celebrarse multitud de congresos, eventos, seminarios y coloquios; van ha editarse libros y documentales a razón del 200 aniversario de la Constitución de 1812. Indudablemente fue un acontecimiento importante y muy relevante para la historia española e indiana.
Sin embargo un lunes, muchos años antes del 19 de marzo de 1812, tuvo lugar una batalla, una de tantas que se dieron en la península Ibérica durante la Edad Media, pero esa no fue una batalla cualquiera. El 16 de julio de 1212 tuvo lugar el enfrentamiento decisivo que supondría el punto de inflexión en la llamada Reconquista. Los reinos cristianos hispánicos lograron una hazaña que iluminaría el camino hacia la hegemonía de la cruz en la península Ibérica.


 

S. Claramunt, M. Riu, C. Torres, C. Trepat, Atlas de Historia Medieval, Editorial Serpa, Barcelona, 1980.

 
Con la derrota castellana en Alarcos (1195), el rey Alfonso VIII se vio obligado a frenar toda posibilidad de expansión, y con la reconquista almohade del castillo de Salvatierra (1211) Alfonso VIII quiso hacer el esfuerzo de resistir a Muhammad el año siguiente. Convocó a sus vasallos para que el domingo después de Pentecostés de 1212 lanzar una nueva campaña, mediante la cual se conquistaron varios castillos del valle del Júcar.
Siguiendo sus órdenes el arzobispo de Toledo fue a Francia y el obispo de Segovia a Roma, en busca de ayuda. Inocencio III respondió bien y ordenó a los arzobispos de Santiago y de Toledo que evitasen de Alfonso IX de León se aliase con los musulmanes, so pena de excomunión, y obligó a los reyes cristianos a posponer sus redecillas hasta después de la cruzada. El arzobispo de Toledo no obtuvo promesa de Felipe II de Francia, pero sí se sumaron a la causa voluntarios franceses y algunos arzobispos del mediodía francés. Pedro II de Aragón llegó poco después con gran muchedumbre, al igual que grandes nobles de Castilla, milicias concejiles castellanas y órdenes militares (Temple, Santiago y Calatrava).
Así, descuidando a propósito la fortificación de sus ciudades, Castilla se jugaba el todo por el todo en una batalla decisiva para la que también el califa se preparaba con tropas africanas y refuerzos del Magreb y el mediodía ibérico.
El ejército cristiano salió de Toledo el 20 de junio en tres cuerpos: el francés, el castellano y el aragonés. Tras asaltar varias fortalezas el arzobispo de Burdeos y muchos franceses se arrancaron la cruz que llevaban en el hombro y partieron hacia Francia, molestos por el calor y por algunas condiciones de capitulación. A su llegada a Toledo, les cerraron las puertas, desde las murallas les gritaron que eran unos traidores y que estaban excomulgados. Sólo quedaron el arzobispo de Narbona y 130 caballeros franceses. Sin embargo el ánimo arreció con la toma de distintas plazas y la llegada de Sancho VII de Navarra, reino hasta entonces hostil.




Sancho VII de Navarra en la batalla de Las Navas de Tolosa, siglo XIV, Iglesia de la Real Colegiata de Santa María, Roncesvalles, España.



El ejército almohade estaba acampado en el llano de Las Navas de Tolosa, bloqueando el paso del ejército cristiano, por lo que el 13 de julio advirtieron que no podían seguir adelante. Tras no llegar a ningún acuerdo en qué hacer, un pastor pidió audiencia con Alfonso VIII y le enseñó un sendero oculto por el que podían pasar al siguiente desfiladero y caer sobre la vanguardia musulmana. El pastor no volvió a ser visto y muchos lo creyeron San Isidro. Al día siguiente el ejército cristiano se retiró y los musulmanes pensaron que huía; los cristianos, sin embargo acamparon en el sendero secreto. Sólo los jinetes se permitieron una pequeña escaramuza mientras se planeaba la batalla.
A medianoche del domingo se levantaron los cristianos, oyeron misa, se confesaron, comulgaron y salieron en batalla. Los aragoneses formaron el ala derecha, los navarros el ala izquierda, mientras que en frente, el grueso del ejército lo componían grandes nobles castellanos con las órdenes militares; por último, la retaguardia estaba al mando de Alfonso VIII con el arzobispo de Toledo. Las milicias concejiles fueron repartidas entre todas las divisiones.
En la parte musulmana había tropas de árabes y beréberes en primera línea que protegían al grueso del ejército  de almohades, andalusíes y voluntarios; en la parte de atrás, en una loma estaba el califa. La tienda del califa estaba rodeada por guardias negros, bien armados y encadenados entre sí para evitar que huyesen.



Francisco de Paula Van Halen, Batalla de Las Navas de Tolosa, 1887, Palacio del Senado, Madrid, España.

 
El avance inicial de los cristianos repelió las tropas de primera línea, lo que dejaba a los nobles castellanos vía libre para enfrentarse con el grueso del ejército almohade; ante esta situación el califa movilizó a parte de su retaguardia, por lo que los cristianos se vieron en desventaja. Sin embargo la movilización de las tropas de reserva castellanas y quizá también las de Aragón y Navarra, hizo que la jornada quedase en victoria. Muhammad huyó y esa misma noche llegó a Jaén. Los cristianos persiguieron a los fugitivos a lo largo de 20 kilómetros y mataron más entonces que durante la batalla.
Al día siguiente contaron los muertos y repartieron el botín. El 18 de julio se tomaron los castillos de Vilches, Ferral, Baños y Tolosa para que fuera la puerta de entrada a los ataques cristianos sobre el mediodía ibérico. El día 19 encontraron Baeza casi vacía, destruyeron sus murallas, quemaros sus casas y arrasaron los campos. El día 20 sitiaron Úbeda que se rindió tres días después, llevando a sus habitantes como esclavos.
Sin embargo la peste hizo mella en el ejército vencedor y muchos murieron. Los reyes destruyeron Úbeda, al igual que Baeza y volvieron a Toledo. De camino se encontraron al duque de Austria Leopoldo VI, que llegaba demasiado tarde para la cruzada. En Toledo se les recibió con una procesión. Alfonso VIII dio a Sancho VII de Navarra una serie de castillos fronterizos en agradecimiento a su ayuda, pactó cooperar con Alfonso IX de León contra los musulmanes y se dispuso a recibir felicitaciones de toda la cristiandad.



Vicente Pascual, Ramón Stolz, Batalla de Las Navas de Tolosa, 1950, Palacio de Navarra, Pamplona, España.


El rey castellano había escrito informes sobre la campaña a su mujer y familia, en la que subrayaba que era la primera vez que los cristianos vencían al califa en batalla campal y, asimismo, que los franceses habían desertado. Alfonso VIII escribió al papa, que hizo leer la carta públicamente en Roma. Estos informes se difundieron por toda Europa entre las casa cistercienses, que repiten la cifra de sesenta mil musulmanes muertos. Aquella gran victoria concitó al final tantas historias milagrosas y leyendas heroicas que casi todas las familias nobles de los reinos hispánicos quisieron decir que descendían de los vencedores.

Manuel Millán López, Antonio González Orea, Monumento a la batalla de Las Navas de Tolosa, 1881, La Carolina, España.

 
Con la derrota almohade en Las Navas de Tolosa el derrumbe andalusí fue espectacular, aunque no fue así en los años inmediatamente posteriores a la batalla; los almohades recuperaron Las Cuevas y Alcalá del Júcar en 1212, dos expediciones castellanas fueron derrotadas un año después y a punto estuvieron de recuperar numerosos castillos al sur de Despeñaperros. Sin embargo esta batalla fue la llave de entrada de los reinos cristianos hacia el sur, en menos de 60 años al-Ándalus quedaba atrincherada en el Reino Nazarí de Granada. La caída del imperio almohade puede resumirse con la caída de las ciudades más importantes en la península Ibérica:

Alcácer  do  Sal  (1217)  ·  Baeza  (1226-1227)  ·  Palma  de  Mallorca  (1229)
Cáceres (1229)  ·  Mérida (1230)  ·  Badajoz (1230)  ·  Córdoba (1236)
Valencia (1238) · Albacete (1241) · Denia (1244) · Jaén (1244)
Cartagena (1245)  ·  Sevilla (1248)  ·  Cádiz (1262)
 
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