viernes, 23 de marzo de 2012

La primavera de las letras


Las bibliotecas y universidades que conocemos hoy en día son fruto del recorrido de un camino que tiene como punto de partida la Plena Edad Media.

El proceso evolutivo de dichas instituciones va ligado estrechamente con la filología y paleografía, pues es el estudio del lenguaje y del sistema de escritura lo que nos indica el grado de desarrollo y crecimiento de la escritura y lectura en la sociedad tardomedieval. Fundamentalmente en lo que atañe al uso del latín y de las lenguas romances en las escrituras y, por lo tanto, en su uso por parte de la población.
Hasta el siglo VI el libro era producido en talleres librarios para satisfacer la necesidad de una parte de la población que lo demandaba, pero con la caída del Imperio Romano de Occidente estos talleres librarios desaparecieron al hacerlo también su ámbito de existencia, la ciudad que actuaba como motor económico. La única institución donde permanecerán personas alfabetizadas será la Iglesia, puesto que hasta el siglo XIII los laicos vivirán al margen de la cultura escrita. Los monasterios eran los reductos donde se seguirá produciendo algo de escritura, pero por lo general era una lucha contra el olvido de la literatura clásica, pero sobre todo de los Padres de la Iglesia; este es el motivo por el cual disminuyó el número de textos no litúrgicos. El scriptorium monacal era donde se realizaba esta copia de libros con un fin de permanencia.

Monasterio de San Millán de Suso, San Millán de la Cogolla, España.
 
Desarrollo de la producción de los libros fuera de los scriptoria monásticos.
No fue hasta el siglo XIII cuando se desarrollaron los copistas privados en las ciudades. Frente a la producción de libros litúrgicos, en las ciudades se realizaban contratos privados tanto para las instituciones como para personas privadas.
En este contexto se forman las universidades, las más importantes no tienen suficiente con el servicio de los copistas privados, pues cada estudiante necesita un ejemplar. Ante el aumento en la demanda de libros se diseña un procedimiento que permitía producir libros más deprisa. Este procedimiento de copia era la “pecia”.
Representación de las primeras y principales universidades europeas. En amarillo las localizadas en la actual España.
 
 
El sistema de la “pecia” comenzaba con el encargo de una copia válida y revisada de la obra que se utilizará en el curso, a este ejemplar conseguido se llamaba “exemplar”. Después este “exemplar” era llevado a las oficinas de copia, donde sus empleados, los stationarii, se encargaban de desencuadernar el libro en diferentes cuadernos. Estos cuadernos eran llamados “peciae”, los cuales eran numerados y se distribuían a los copistas, quienes los copiaban para hacer el número de ejemplares necesarios.
Una vez realizadas las copias de las “peciae”, eran devueltas a las oficinas de copia para ser encuadernadas de nuevo. De este modo, se consigue producir libros a un ritmo mayor, pero el procedimiento privado era el más generalizado. Por último, los libros se ponían a la venta, por lo que el precio lo determina la universidad, al igual que la totalidad del modo de producción.

El desarrollo de una forma de lectura, la lectura escolástica.

En la universidad la lectura escolástica sigue una serie de fases, la comprensión de las palabras siguiendo una lectura guiada, la comprensión del significado del texto, la extracción de conceptos, y por último, el objetivo de la lectura escolástica, la declaración de la sentencia; cuál es la doctrina que nos traslada el texto.
Por lo tanto, la lectura escolástica no es de entretenimiento, sino de estudio, que busca la sentencia moral que emana de cualquier texto. Pero además es una lectura guiada, pues la declaración de la doctrina implica que sólo hay un posible significado del texto, significado controlado por la universidad mediante la lectura escolástica.
Esta forma de lectura era de estudio, y generalmente colectiva, pero también podía darse de manera individual.
En la lectura colectiva, el profesor leía en voz alta el texto en el aula, mientras los estudiantes seguían la lectura en sus libros; a continuación se desarrollaba la discusión para extraer el significado esencial del texto.
Aristóteles, Éticas, 2ª mitad del siglo XIV, Bruselas, Bibliothèque Royale, ms.9505-6, fol. 2v.
 
También la lectura escolástica se puede desarrollar a nivel individual, donde la lectura de un manuscrito iría unido a la escritura por la realización de comentarios, explicaciones y anotaciones al margen. Asímismo, quedaría muy lejos los manuscritos altomedievales; libros destinados a la veneración y no a la lectura; libros entendidos como contenedores de la palabra de Dios.


Bonifacio VIII, Liber Sextus Decretalium, 1ª mital del siglo XIV, Londres, The British Museum, ms. I, 840, fol 7v.

Creación de un nuevo modelo de libro, el manuscrito escolástico-universitario.
Habrá una producción de un nuevo modelo de libro concebido como un instrumento de uso y lectura, lejos del manuscrito altomedieval. En este sentido se desarrollará toda una serie de elementos materiales que mejoraran la legibilidad, habiendo muchos auxilios gráficos a la lectura, como la separación de palabras.
Las principales características son:
  • La disposición del texto a dos columnas.
  • Con escritura gótica textual, fácilmente entendible.
  • La presencia de elementos como iniciales o calderones que permiten segmentar el texto, al no haber puntos y apartes.
  • El uso de abreviaturas facilita la lectura.
  • Márgenes amplios destiandos a las anotaciones.

Santo Tomás de Aquino, Scriptum super Sententiis, 1286, Bruselas, Bibliothèque Royale, ms. II, 935, fol. 35.

Se han señalado las iniciales, calderones y abreviaturas.

 
Otra de las características formales es la que se materializa en los formatos de los libros. Por una parte aparece el llamado "libro de banco" destinados a la consulta en las bbliotecas, siendo un libro de gran formato dispuesto sobre el banco de la biblioteca, suelen estar encuadernados en madera forrada de cuero y con clavos. 

Jean Gerson, Tractatus, 1492, St. Pölten, Diözesanarchiv, ms. 25.
 
Junto a este libro también surge el "libro portátil" de formato pequeño y fácilmente transportable, pues era utilizado por mendicantes y predicadores. Responde al modelo de las llamadas biblias parisinas, alternativa alas biblias atlánticas o de gran formato. En el interior de estos libros, el texto estaba dispuesto a dos columnas con calderones e iniciales para poder manejar fácilmente la información.

San Vicente Ferrer, Biblia, 2ª mitad del siglo XIII, Valencia, Archivo general de la Catedral de Valencia, ms. 304.
 
Por último se da el "libro de bolsa" destinado para el préstamo en las bibliotecas. Este tipo de libros poseen un asa para ser fácilmente transportados a cualquier lugar, por ello también tienen encuadernación blanda y son de pequeño o mediano tamaño. Ocasionalmente son encuadernados en pergamino.
Boethius, Consolatio Philosophiae, siglo XV, Yale, Beinecke Rare Books and Manuscript Library, ms. 84, 2021853.

Hieronymus Bosch, Juicio de Viena. Santiago el Mayor, 1482 a quo, Viena, Akademie der Bildenden Künste.


Un nuevo modelo de biblioteca
Frente a la biblioteca monástica altomedieval destinada a la conservación y no a la consulta de libros, se forma la biblioteca urbana que fue imitada por las universidades. Esta biblioteca no está destinada a la mera conservación, sino que era entendida como un lugar de consulta y estudio, donde se acude a trabajar con los libros; y no solo está abierta a los miembros de la orden, también está abierta a laicos.
En estas bibliotecas urbanas había un fondo de consulta, con libros de banco, y un fondo circulante abierto al préstamo, con libros de bolsa, que sería el modelo que ha llegado a nuestros días.
Biblioteca de la Catedral de Hereford, Hereford, Inglaterra.

En conclusión, podemos afirmar que el período de transición de la Plena a la Baja Edad Media, encontramos una recuperación del libro como instrumento de ectura y estudio.

Esta es la razón que explica las características materiales del libro, el libro pasa a acumularse en espacios nuevos, con lo que se deja paso a una biblioteca nueva, abierta a laicos y eclesiásticos, y situada en el entorno de las ciudades, y con préstamo y circulación de los libros.


 
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